¡Disfrutad de la lectura!
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día de verano, una paloma estaba volando tranquilamente por la
Sierra de Cazorla, cuando de lejos vio un olivo que no parecía estar
nada bien, a diferencia de los demás árboles, verdes y sanos. Este
estaba casi marchito, con sus hojas medio caídas, sus aceitunas sin
madurar se estaban pudriendo, tenía dos raíces fuera… total, un
desastre.
La paloma bajó para
ver más de cerca aquel pobre olivo, y se llevó una gran sorpresa
al ver que seguía vivo, pero tenía una gran depresión. Una
tristeza enorme invadía su cara.
La paloma curiosa le
preguntó:
-Señor olivo, ¿qué le
pasa? ¿Cómo un árbol tan joven como usted puede estar en estas
condiciones?
El olivo, sorprendido de
tener visita, le contestó:
-Pues… estoy triste. Muy
triste.
Siempre he querido saber
qué hay más allá de este olivar, pero mis raíces me lo impiden,
–dijo mientras miraba hacia abajo con tristeza.
-Eso explica por qué
tiene esas raíces fuera –murmuró la paloma.
-Exacto –reconoció el
olivo- intenté sacarlas para poder andar, pero descubrí que si las
sacaba fuera moriría al cabo de unas horas. Por eso me he rendido y
estoy con esta depresión –dijo con los ojos llenos de lágrimas.
La paloma sintió una
profunda tristeza por el olivo pero, de repente, se lo ocurrió una
muy buena idea:
-Mira, como yo viajo
mucho, puedo compartir las cosas que vea contigo.
-Si, ya…¿Y cómo
piensas hacerlo? – Le dijo el olivo malhumorado, pensando que la
paloma le estaba gastando una broma pesada.
-Muy sencillo –le
respondió la paloma con una pícara sonrisa- vendré y te contaré
todo lo que haya visto siempre que pueda.
Y sin nada más que decir,
se marchó, dejando al olivo muy confundido.
¿Qué habrá querido
decir con “contarle todo lo que ella vea”?
Al día siguiente, la
paloma fue a visitar al olivo y llevaba una flor muy llamativa en el
pico.
-Qué es eso? –Preguntó
curiosamente.
-Lo que te prometí –le
respondió la paloma, mientras ponía esa flor en una de sus
ramas-. Esta flor se llama geranio y la cogí de un balcón de Úbeda.
Después, la paloma le
explicó cómo era Úbeda, sus costumbres y su gente.
Tras una animada
conversación, la paloma se marchó y no volvió hasta el día
siguiente, con otra flor en el pico, muy grande y mucho más
llamativa que la anterior.
-Esto es un girasol, ¿a
que es bonito? –Dijo agitando la enorme flor sobre sus raíces.
-¡Pero qué haces!
¡La vas a estropear! –Gritó el olivo
asustado.
La paloma se echó a
reír.
-¡Todo lo
contrario!...Estoy echando las pipas sobre tu terreno para que
crezcan contigo.
Cada día, la paloma iba a
visitarle y siempre con un regalo nuevo, y cada vez más original que
el anterior:
Una rama de pino, un globo
perdido que se encontró en Linares, un lazo rosa que se encontró en
Canena, unas cerezas de Alcaudete… y siempre se los colgaba en sus
ramas.
Transcurridos varios
días la paloma observó cómo su amigo iba mejorando su aspecto. Su
fruto ya no era arrugado y seco, sus hojas empezaron a recuperar su
verde plateado, las raíces se incrustaban nuevamente en la tierra y
ella se sintió feliz porque le estaba ayudando y porque también se
sentía a gusto con él. Disfrutaba mucho viajando, fijándose en
todo para luego relatarle a su amigo todo lo que había visto.
Una mañana, observó
que el olivo estaba totalmente recuperado y destacaba sobre los
demás por su aspecto; estaba lleno de adornos, de diversos colores
muy llamativos. Ese día le llevaba la fotografía de un parque que
había cogido de recortes de revistas. El
árbol, curioso, le pidió que le explicara como era la vida de los
árboles del parque, pensando que sería fantástica: vivir en una
ciudad rodeados de gente que los admira por su belleza.
-Te equivocas- dijo
la paloma –Sí, están rodeados de gente, que los maltrata; están
enfermos por algo que se llama contaminación, provocada por los
vehículos; viven en zonas demasiado ruidosas; los niños lo utilizan
para divertirse, rompiendo sus ramas; los perros usan sus troncos
para hacer sus necesidades; los adultos usan sus sombras para fumar
cigarrillos y para colmo, los jardineros les recortan sus copas
porque piensan que así quedan más bonitos.
El árbol, mientras
escuchaba a la paloma, se sintió muy afortunado al ver que vivía en
un lugar tranquilo, los dueños del olivar le cuidaban y le recogían
los frutos cuando eran muy pesados para él.
Un día, pasó por su lado
un aceitunero y se sorprendió muchísimo al ver aquel árbol tan
adornado, y aquello le dio una idea…
Tenía un árbol en la
puerta de su casa, pensó en decorarlo para sus hijos, porque pronto
llegaría la Navidad, y así les daría una sorpresa.
“POSIBLEMENTE ASÍ
NACIÓ LA COSTUMBRE DE PONER ÁRBOLES ADORNADOS EN NAVIDAD”
Ha pasado mucho
tiempo, ya la paloma está más mayor y se cansa más al volar…
pero nada le impide visitar a su amigo, que cada vez está más alto
y tiene las mejores aceitunas de todo el olivar.
Sigue llevándole
historias nuevas y, a pesar de que no se parecen en nada, son los
mejores amigos del mundo.
Y es que la amistad no
entiende de razas cuando es verdadera.
ƒłN
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